Algo esencial en el proyecto de la Oveja Latxa (y una las partes del negocio que más me entusiasma) es la selección de los nuevos productos. Busco cosas especiales, artesanales, de calidad y que no se puedan encontrar en cualquier parte, para lo cual realizo un trabajo previo: acudo a muchos mercados, investigo en internet y revistas especializadas, el boca a boca, etc.
Es un proceso que se ha convertido en una especie de ritual: si algún producto llama mi atención lo pruebo y, si veo que está a la altura, llamo al artesano/a para pedirle una cita. Normalmente acudo al caserío/casa de la persona para conocerla y ver sus productos in situ.
Me interesan sus historias tanto como lo que hacen; no hay un producto de calidad sin una buena historia detrás, os lo aseguro. Cuando el producto es especial es debido a que su dueño ha añadido algo más que unos ingredientes en la elaboración de los mismos, intangibles a veces, pero tan importantes como los demás.
Este año he conocido a personas muy interesantes que elaboran unas exquisiteces dignas de mencionar.
Jon y Martina, por ejemplo, elaboran queso y son de los pocos que en primavera se trasladan a su borda en el monte para elaborarlo a 1.200 metros de altitud. Su queso es de los que más me han sorprendido este año; tienen un producto excepcional con un sabor muy distinto. La única limitación es que elaboran pocas piezas, no más de 400 unidades por temporada y, claro, se los quitan de las manos.
También he probado los yogures Iztueta de Lazkao. Hace mucho tiempo que los conocía (también elaboran helados) pero conocer su caserío, su modo de vida y escuchar su historia, cumplió con creces todas mis expectativas. Ainitze y su madre no sólo han conseguido llevar a cabo un negocio próspero y con un largo recorrido, sino que lo han hecho con una base de valores, ideas claras, un profundo respeto hacia la naturaleza y los recursos que ésta nos ofrece, en un entorno de belleza incomparable. Os invito a que visitéis el caserío porque ofrecen la posibilidad de ver sus animales, el proceso de elaboración y degustar sus manjares.
Y, por último, quiero hablaros de Inigo y Rocío, que hasta hace seis meses regentaban un restaurante y han decidido emprender un nuevo camino elaborando helados artesanales y… ¡vaya helados! Elaboran un helado con avellanas del Piamonte (son D.O.) que es ¡celestial! Lo mejor de ellos es que son dos aventureros abiertos a experimentar; no hace mucho les propuse elaborar helado de cerveza para un cliente (productor, a su vez, de cervezas artesanas) y está encantado con el resultado. Elaboran helados con sabores diversos como helado de quinoa o sin gluten, tan demandado hoy en día. Seguro que este año trabajaré con estos artistas en su campo en más de una ocasión.
Por supuesto, todos ellos han pasado por el jurado y criba más exigente que pueda existir: mi familia, que sigue catando con una sonrisa “resignada” todos los productos que voy conociendo.
Felicitaciones por el hermoso trabajo